Infección urinaria
27.02.2014 16:09
La infección urinaria o infección de orina, como solemos llamar a esta afección, está básicamente producida por la invasión de una serie de microorganismos en la uretra, en la próstata, vejiga o riñón. El tipo de infección más común está producido por bacterias, aunque es cierto que también puede deberse a algún virus, parásitos u hongos.
Aunque pueden ser varias las bacterias que la ocasionen, la causante de esta infección tan molesta, es en la mayoría de los casos, la llamada Escherichia coli, la cual vive normalmente en nuestro intestino. Se trata de una anormalidad que afecta al flujo de la orina, es decir, puede ser desde una piedra en el riñón hasta la presencia de estructuras anómalas. Es una infección que puede sufrir todo el mundo, pero aquellos que se sometan a exámenes médicos en los que se utilicen tubos o catéteres, el riesgo de padecerla es mayor.
Entre las causas que generan la infección urinaria se distinguen los elementos causantes en hombres y mujeres. Los primeros suelen contraerla por una infección bacteriana repetitiva, y por otro lado, las mujeres la contraen en la mayoría de los casos tras mantener relaciones sexuales, ya que la uretra puede sufrir contusiones en ellas.
Todos aquellos que la sufren sienten unas ganas urgentes y bastante frecuentes de orinar, aunque realmente orinan muy poca cantidad y sienten una fuerte quemazón al hacerlo. En las mujeres provoca además picor y enrojecimiento de la vulva. El color de la orina es algo más turbio y la fiebre y las náuseas pueden aparecer también. Un dolor agudo en la espalda puede ser señal de infección en los riñones. En los niños es algo más difícil de detectar, aunque los síntomas que suelen mostrar son falta de apetito, estado de ánimo irritado, fiebre, incontinencia y otras alteraciones que pueden llegar incluso a afectar en su desarrollo.
A la hora de detectar una infección urinaria, los expertos realizan diversas pruebas en función al lugar en el que se intuye estar la dolencia. Entre las pruebas más comunes distinguimos el examen físico, en el que el médico revisa la zona afectada en busca de rojeces y dolor, el análisis de orina, un examen común y corriente en el que el paciente entrega una muestra a analizar o bien cultivos en la orina, en el líquido vaginal o líquido uretral en busca de la bacteria causante de la infección, la citoscopia, la cual es algo más molesta, ya que consiste en la inspección directa de la uretra o vejiga urinaria con ayuda de un tubo provisto de lentes y luz. La ecografía abdominal es mucho más agradable, se monitoriza a través de ultrasonidos el interior del cuerpo, de forma que se compruebe la posible presencia de piedras en el riñón. Por último, la urografía consiste en la inyección de una sustancia en el riñón que generará contraste y facilitará su observación.
Una vez se ha detectado la presencia de esta enfermedad, excluyendo otras opciones como la vaginitis o prostatitis, se confirma la presencia de leucocitos en una muestra de orina y se procede al tratamiento. En muchos casos la enfermedad cede por su cuenta, mientras que en otros son necesarios medicamentos para combatirla.
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